LO QUE DEBES SABER DEL CEREBRO Y EL ORGASMO A LOS 50+.

El orgasmo no es solo una explosión física, sino una coreografía cerebral distinta en hombres y mujeres, donde la biología, la emoción y el deseo se entrelazan en un mismo pulso profundo.

Si hablamos de orgasmos, las diferencias entre hombres y mujeres van más allá de lo visible.

El clímax masculino tiene que ver con buena circulación sanguínea y la activación del sistema nervioso simpático encargado de los reflejos y movimientos automáticos. La excitación se acelera, la tensión muscular alcanza su cúspide, y el cuerpo libera esa energía acumulada con la eyaculación. Acto seguido, entra en escena la prolactina, una hormona que funciona como telón químico, disminuyendo el deseo y favoreciendo un estado de relajación. Es lo que explica el famoso “período refractario”: ese tiempo fisiológico en el que muchos hombres no pueden volver a excitarse de inmediato.

El orgasmo femenino, en cambio, es más extenso, cerebral y complejo. No se detiene en la pelvis, sino que se expande hacia la corteza prefrontal, el sistema límbico, los lóbulos temporales. El placer femenino activa regiones del cerebro asociadas al procesamiento sensorial, la empatía, la recompensa y la memoria emocional. Y lo más asombroso: no tiene un único camino. Puede surgir del clítoris, del punto G, del contacto mental, de una fantasía, del juego prolongado, o incluso del recuerdo de haber sido tocada con devoción.

Mientras los hombres suelen tener un solo clímax por sesión, las mujeres, gracias a su anatomía y neuroquímica, pueden encadenar varios. No hay pausa obligatoria. Solo hay ganas, cuerpo dispuesto y deseo sostenido.

Hablar de todo esto no es reducir el amor a una fórmula. Es comprender que lo que sentimos tiene raíces en la sangre, en la sinapsis, en la historia… pero también en el consentimiento, la ternura y el modo en que fuimos tocados o descuidados alguna vez.

El sexo, el amor y el placer, no se contradicen con la ciencia. La ciencia los explica. Y en esa explicación, lejos de apagarlos, los exalta. Porque un orgasmo, cuando es libre, compartido y escuchado, es más que una descarga. Es una sinfonía, una celebración íntima del cuerpo entre dos cerebros que se encuentran… y se encienden.

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